Los libros, los textos, todo ese conjunto de palabras que arman o recrean una historia no son solo algo que incluye al autor es algo a lo que se nos es permitido ingresar para darle una parte de nosotros y volverlo algo único. En el texto La muerte del autor del filósofo Roland Barthes relata como la escritura es la destrucción del autor en cuanto esta es publicada. En esta reseña se mostrará quien es este autor, su pensamiento, como afecta esta idea sobre la crítica y se concluirá con una opinión propia de todo lo abarcado.
Roland Barthes fue un filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés, nacido el 12 de noviembre en 1915 en Cherburgo, que a sus 52 años publica un ensayo titulado La muerte del autor en el cual menciona que el acto de escribir transforma el texto. El escritor inicia con un comentario hacia la novela Sarrasine de Balzac, donde explica en un fragmento que este carece completamente de voz y que es imposible identificarla, mencionando que la escritura es la destrucción de esta; se prosigue hablando del avance dado después de la Edad Media, dejando en claro el prestigio otorgado al ser humano, al ser individual y sobre todo como esto influyo respecto de la idea de autor, la cual se ha mantenido hasta la modernidad.
Barthes enmarca que toda la imagen impuesta por la literatura y las obras son consecuencias de sus propios autores, la explicación de sus creaciones se busca analizando su vivencia, sus acciones, sus gustos, sus pasiones y se han de centrar en esto mismo como si sus escritos solo fueran una parte de este, siendo la representación de una voz, que, como mencioná él, este autor es la única persona que estaría entregando sus “confidencias”.
La identificación del verdadero sentido que tiene el escritor con respectó a sus obras también se puede ver en obras como las de Proust, el cual entiende que la relación entre el escritor y sus personajes se encuentra en que, este primero, realice la acción de escribir y no como se había planteado respecto a que este en realidad fuera un tipo de espectador que ve y siente, en pocas palabras, en vez de escribir su vida en una novela hizo que su propia vida se convirtiera en obra a partir de la base de su libro. Para esta idea cabe resaltar un fragmento del ensayo que dice lo siguiente:
Por último fuera de la literatura en sí (a decir verdad, estas distinciones están quedándose caducas), la lingüística acaba de proporcionar a la destrucción del Autor un instrumento analítico precioso, al mostrar que la enunciación en su totalidad es un proceso vacío que funciona a la perfección sin que sea necesario rellenarlo con las personas de sus interlocutores: lingüísticamente, el autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa sino el que dice yo: el lenguaje conoce un “sujeto”, no una “persona”, y ese sujeto, vacío excepto en la propia enunciación, que es la que lo define, es suficiente para conseguir que el lenguaje se “mantenga en pie”, o sea, para llegar a agotarlo por completo.
Entender que el autor no hace parte crucial de la obra convierte a esta misma en un lado sin sentido, se trata más que todo del hecho de buscar algo seguro en lo que basarse para poder encontrarle una razón a la obra y en esto recae todo el trabajo de la crítica. Es como si te encontraras un texto anónimo, buscarías el contexto, la historia, básicamente todo lo que abarca y lo analizas hasta el momento en el que digas que puedes dar con la idea del texto, te sientes completo y victorioso.
Se entiende que el autor ya no hace parte de sus escritos, pero esto se contrapone en gran medida con aquellos creadores que toman su obra como suya, única e irrepetible, donde ni sus propios fanáticos pueden modificarlo para mejorar o dar una opinión de esta. En ese punto se está buscando una razón a algo que no la necesita, puede que el autor haya creado su obra a partir de su pensamiento e ideas, pero no se da a cuenta de que su cabeza y todo lo que está en esta en ella tan solo es una compilación de hechos y experiencias vividas.
En conclusión cada persona ha tenido una vida que puede ser completamente diferente a las demás, todos esos momentos por los que han pasado forman su pensamiento crítico siendo único y diferente, como el autor tiene una propia idea de cómo crear su texto en el momento en el que otra persona lo lee se pierde la palabra y la meta planteada de la obra, cambia su sentido y la voz del autor se pierde, el lector se apodera del texto y lo convierte en algo nuevo, en especial se hace parte de la cultura. Los escritos y su misión es la de poder llegar a otras personas, que estas mismas creen sus ideales a través de estas y formen mundos, pensamientos, aventuras, historias, esto no podría ser posible si ese autor no hubiera planteado dada acción en un principio, tal vez el autor no lo es todo en la obra, pero da la oportunidad a que otros puedan complementarle y recrearla